15 de Noviembre de 1922.

Se han cumplido 87 años de un acontecimiento teñido con sangre y olvidado por muchos.
Aquel día representó el punto más alto de un gran movimiento clasista. La clase trabajadora Guayaquileña, en representación de todo el pueblo explotado y sumergido en la miseria emprendió una gran lucha por sus derechos ganados y no respetados.
Las condiciones económicas, políticas y sociales que vivía el Ecuador en ese entonces, como la crisis económica posguerra (primera guerra mundial), destrucción de los cacaotales por la enfermedad “escoba de bruja”, congelación de salarios por parte del gobierno, devaluación de la moneda (el dólar pasó de S/. 2,11 a S/. 4,80), irrespeto a las 8 horas de jornada laboral, entre muchas otras situaciones, reagudizó el descontento de los trabajadores a quienes se sumaron artesanos y los sectores populares.
Se constituyeron Asambleas de Trabajadores (13 de noviembre de 1922), se declaró paro general. Los manifestantes controlaban la ciudad.
Los empresarios, comerciantes, banqueros, importadores y exportadores, al tiempo que exigían al gobierno del Dr. José Luis Tamayo medidas económicas que les favoreciera, exigieron también que les protegiera sus vidas e intereses de aquellos “bandidos y ladrones que se habían tomado la ciudad”, de esa turba de “bolcheviques comunistas”.
El 14 de noviembre de 1922, se hicieron multitudinarias manifestaciones, lo cual llevó al cónsul de EE.UU. a decir que se trataba del peor “levantamiento socialista en el puerto de Guayaquil”.
El mismo día 14, el jefe de la zona militar de Guayaquil, recibió un contingente de 3000 hombres armados y un telegrama en clave del presidente Tamayo, el cual decía: “General Barriga, espero que mañana a las 6 de la tarde me informará que ha vuelto la tranquilidad de Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda usted autorizado.”
El 15 de noviembre de 1922 se fueron concentrando desde muy temprano los trabajadores y el pueblo, que exigían al gobernador enviara un proyecto de decreto, en el cual se atienda sus reclamos.
Los delegados de los trabajadores conferenciaban con las autoridades el decreto solicitado, pero estos no contemplaban las reivindicaciones obrero-populares.
La Asamblea Popular decidió enviar el petitorio al gobierno central y dar un plazo de ocho días para su respuesta. Pero la orden estaba dada.
Miembros del ejército y agentes del gobierno, infiltrados, realizaban provocaciones al ejército. La hora había llegado, y los soldados parapetados en esquinas y balcones disparaban a mansalva sobre los trabajadores; así, la cacería humana había comenzado.
La carnicería duró aproximadamente tres horas. A las 6 de la tarde, “pacificada” la ciudad, los soldados se formaron, desfilaron por el Boulevard 9 de Octubre, entonando marchas triunfales; y, desde los edificios eran saludados y aplaudidos por las familias aristocráticas y pudientes de la urbe, miembros de las clases dominantes, de los importadores, exportadores, banqueros, hacendados e industriales.
El día 16, los deudos fueron a recoger a sus muertos, no siendo suficiente las fosas comunes del cementerio general, los cadáveres debieron ser lanzados al río Guayas, abriéndoles el vientre para que no flotaran.
Durante muchos años el 15 de noviembre se conmemoraba lanzando ofrendas florales a la ría del Guayas, esto motivó al escritor Joaquín Gallegos Lara a escribir “Las cruces sobre el agua”.
J. Jaramillo M.
(Escrito el 15-XI-2000)
Cuenca, noviembre de 2009
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